CAPÍTULO IX-LA GUERRA DE WINDFAIR: SEGUNDA PARTE
Las batallas en ambos frentes
habían acabado con las vidas de cientos de soldados en cada facción,
especialmente a los ositos de gominola que fueron emboscados y prácticamente
diezmados por el ataque sorpresa de las pingüinas.
Con la moral algo alicaída, los
guerreros restantes hicieron ahínco de valor y se reunieron en la entrada de la
cueva de Koori, el último pináculo de las pingüinas yandere. Las victorias en
el nido colgante y en la fábrica de piedras, así como las vidas de los soldados
caídos en la batalla, serían en vano si este ataque no tenía éxito.
Tras establecer el campamento y un
perímetro de seguridad, Syria y el jefe de aldea de los ositos se reunieron
para planificar el asalto final mientras sus tropas descansaban por las
batallas anteriores.
Syria: Veo que tu ejército dispone
de muy pocos efectivos, ¿qué ha sucedido en el nido colgante?
El jefe de la aldea agachó la
cabeza apenado y le explicó las consecuencias de la emboscada.
Syria: Lamento vuestra perdida...
pero no podemos permitir que sus muertes caigan en el olvido, debemos continuar
luchando. Yo también he perdido a muchos de mis guerreros... el mejor regalo
que podemos darles es conseguir la paz por la que lucharon fervientemente.
El jefe de la aldea asintió
rápidamente y en sus ojos se podía ver la fuerte determinación que lo acompañaba. No pensaba dejar que esta
guerra continuase eternamente. Estaba decidido a ponerle fin.
Mientras discutían la estrategia el
general Kuma entró en la tienda y interrumpió su conversación.
General Kuma: Disculpad que os interrumpa, pero las pingüinas
yandere se están congregando en la entrada de la cueva de Koori. No parece que
vayan a atacar de inmediato, pero...
Syria y el jefe de la aldea
partieron inmediatamente y se prepararon para lo peor.
Alba y Javi estaban al frente de
las tropas esperando la llegada de sus líderes.
Syria: ¡Informe la situación!
Alba: Parece que la reina pingüina quiere hablar con el jefe de la
aldea de los ositos y con usted, reina Syria. Dicen que si no atendemos a sus
demandas asesinarán a los rehenes que tienen en el interior de la cueva.
Syria: ¿Rehenes? No puede ser...
Javi: El peor escenario se ha hecho realidad, este es un clásico
ejemplo de maldad.
Syria: Creía que las pingüinas mataban a todo ser vivo que
encontraban a su paso, nunca hubiera imaginado que capturaban rehenes en los
ataques.
Alba: Al parecer es su carta del triunfo. Sabían que tarde o
temprano llegaríamos y detendríamos esta locura que lleva años azotando a
Windfair.
Javi: Iremos con vosotros, por si ocurriera lo peor.
Los 4 partieron hacia el centro del
campo de batalla donde les esperaba la reina de la pingüinas, Yanderina, con
una sonrisa maliciosa que se iba exagerando más a medida que se acercaban,
mostrando una confianza absoluta en su victoria.
Protegida únicamente por dos
pingüinas, los dos hermanos pensaron en lanzar un ataque rápido aprovechando su
superioridad numérica para eliminar a Yanderina, pero fueron rápidamente
detenidos por Syria y el jefe de la aldea de los ositos. Ambos estaban de
acuerdo en no hacer nada imprudente para minimizar riesgos.
Yanderina: ¡Largaos de nuestras tierras inmediatamente! ¡Lo único
que queréis es asesinar a nuestros pingüinos y no lo permitiremos!
Syria: Nadie ha venido a asesinar a los pingüinos puesto que ellos
no son el origen del problema, sois vosotras.
Yanderina: Esa prepotencia... esa confianza ciega... veo que no has
cambiado nada, reina de los unicornios.
El jefe de la aldea simplemente
miró con desprecio a Yanderina y le recriminó por las muertes de sus guerreros.
Yanderina: Esos ojos... parece que los años tampoco pasan para ti,
jefe de la aldea de los ositos. Mis pingüinas simplemente protegieron a los
pingüinos, eso es todo. Tu también has matado a muchas de nuestras guerreras.
Syria: No podemos permitir que sigáis asesinando a nuestra gente.
Habéis destruido decenas de aldeas de los unicornios y atacado
indiscriminadamente a todo mi pueblo. Los ositos de gominola también han
sufrido por vuestras acciones. ¿Qué piensas hacer para compensar el daño que
has causado a miles de vidas inocentes?
Yanderina: Si tanto os molesta, solo tenéis que desaparecer de
Windfair. Iros al bosque y perderos por allí, de esa forma sabremos que no sois
ninguna amenaza para nuestros pingüinos. -Dijo con un tono claro de
superioridad.
Alba: ¡Has enloquecido! ¿Cómo pretendes que vivamos en el bosque?
Yanderina: Ese no es problema mío, querida. A propósito... ¿qué
sois? Nunca había visto a ninguno de vuestra especie. ¿También venís a
arrebatarnos a nuestros maridos? Os destruiremos a vosotros también.
Javi: Aun tenemos muchas dudas sobre quienes somos, pero esta gente
nos crió como si fuéramos de su especie y no permitiremos que les sigáis
haciendo daño.
Yanderina: Entonces sois enemigos también...
Javi: ¿Enemigos? ¿Habéis perdido la cabeza?
La reina Syria interrumpió a Javi y
se dispuso a hablar para relajar el ambiente.
Syria: No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras asesináis a
nuestra gente. Seguro que ibais a matar a esos rehenes aunque nos fuéramos.
Yanderina: Muy astuta, reina Syria... si eso es lo que quieres...
Alba: Es lo que te estás buscando tu sola.
Yanderina: Te propongo un trato. Liberaremos a los rehenes pero a
cambio nos entregaréis a estas dos criaturas tan peculiares. No son de vuestra
especie al fin y al cabo ¿no?
Syria: De acuerdo. Acepto el trato. -Dijo sin rechistar.
Alba se giró sorprendida por la
rápida respuesta de la reina Syria.
Alba: P-Pero... reina Syria, ¿de verdad pensáis entregarnos a estos
monstruos locos de amor?
Syria: Lo lamento, pero tiene razón. No eres un unicornio. Nunca
has sido una de los nuestros. Si puedo salvar a mi gente solo con una persona,
estaré encantada de hacerlo.
Alba se mostró claramente deprimida
por las duras palabras que la reina le acababa de dirigir.
Alba: Claro... al fin y al cabo, nunca fui una de los vuestros...
Yanderina: ¡Hahahaha! Mira que rápido te han desechado, cariño.
Está claro que no les importas en lo más mínimo.
Javi estaba discutiendo con el jefe
de la aldea por la misma razón. Había aceptado la propuesta de Yanderina sin
dudar ni un segundo. El jefe de la aldea se disculpó con Javi, pero le dijo que
ya habían perdido a muchos ositos y que no podían permitirse más pérdidas.
Javi: ¿Y todo lo que hemos pasado juntos? Esta armadura arcoíris,
mi aventura en el bosque de los dulces... ¿No ha significado nada? ¿Soy un
extraño para vosotros?
Yanderina: ¡Hahahaha! Ha merecido la pena decidir negociar con
vosotros, menudo espectáculo tan divertido. ¡Miraros las caras! ¡Estáis
desolados! ¡Os han abandonado sin pensarlo dos veces! ¡Esta es la verdad sobre
los unicornios y los ositos!
Syria y el jefe de la aldea de los
ositos agacharon la cabeza, visiblemente frustrados por haber tenido que tomar
esa decisión, pero determinados a no retractarse de sus palabras.
Syria: Trae a los prisioneros, Yanderina.
Yanderina avisó a las pingüinas
para que trajeran a todos los ositos de gominola y unicornios que tenían
encerrados en la cueva de Koori.
Yanderina: Ha sido un placer negociar con vosotros -Dijo mientras
se reía a carcajadas.
Alba: ¿Que será de nosotros ahora? -Dijo preocupada
Javi: No te preocupes, creo que las pingüinas no tienen intención
de matarnos. Sino no habrían propuesto un intercambio.
Alba: Quizás tengas razón... no podemos venirnos abajo por esto.
Buscaremos una solución.
Yanderina: Contemplad como aquellos a los que una vez
considerasteis familia se marchan sin volver la vista atrás. Y ahora venid con
nosotras, os llevaremos a vuestras celdas.
Las pingüinas llevaron a Javi y
Alba a los calabozos de la cueva de Koori. En las profundidades de la cueva,
habían pequeños agujeros con barrotes de metal para encerrar a los prisioneros.
Toda la zona parecía tétrica y sin vida.
El único atisbo de luz que iluminaba la cueva era el resplandor de la luna esmeralda , y a
pesar de su belleza, la sensación de que todo el lugar apestaba a muerte era
algo que se intuía a cada paso que daban por la cueva.
Los encerraron en dos celdas
contiguas, si bien el espacio no era demasiado acogedor, era lo suficientemente
amplio como para estirar las piernas y dormir con toda la comodidad que el frío
suelo pudiera ofrecer. La luz de la luna esmeralda no alcanzaba la totalidad de
la celda y buena parte de ella estaba completamente oscura.
Alba y Javi asomaron la cabeza
entre los barrotes y se miraron preocupados por lo que pasaría con ellos de
ahora en adelante.
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